miércoles, 29 de octubre de 2014

“Calle de las tiendas oscuras”. Amores y amistades bajo los escombros del tiempo.


Guy Roland es un hombre sin pasado y sin memoria. Ha trabajado durante ocho años en la agencia de detectives del barón Constantin von Hutte, que acaba de jubilarse, y emprende ahora, en esta novela de misterio, un apasionante viaje al pasado tras la pista de su propia identidad perdida. Paso a paso Guy Roland va a reconstruir su historia incierta, cuyas piezas se dispersan por Bora Bora, Nueva York, Vichy o Roma, y cuyos testigos habitan un París que muestra las heridas de su historia reciente.
La historia avanza a trompicones, la acción se resuelve en una pila de fotos amarillentas e hilos hechos de palabras faltas de contexto, los viejos registros de teléfonos persiguen fichas que parecen sacadas de una novela detectivesca.
Calle de las tiendas oscuras es una investigación policiaca, donde el sujeto y la víctima son los mismos –el propio “yo”, el protagonista, Guy Roland. El detective se persigue a sí mismo, desmenuza su pasado que cubre un grueso vendaje del olvido y de negación. Se atreve a perseguir la respuesta a una pregunta peligrosa: “¿quién soy yo?” Intenta, a partir de los fantasmas que pululan en los sótanos del pasado, reconstruir la historia. Él es un valiente investigador privado que se dispone a recorrer las callejuelas de Paris en pos de su identidad perdida/destruida. Rebusca entre los escombros de sus amores y sus amistades, debajo de la gruesa capa del paso del tiempo. 



Patrick Modiano (Boulogne-Billancourt, Francia, 1945), novelista francés. Sus primeras obras giran en torno a uno de los episodios más dolorosos de la historia reciente de Francia: la ocupación nazi y la colaboración francesa. Entre sus escritos, de carácter introspectivo, notamos frecuentemente, la búsqueda de la propia identidad y la desolación. Su estilo observa un tono limpio y directo, preciso, acompañado de una sensibilidad fuera de lo común. Es considerado uno de los grandes escritores franceses contemporáneos, junto con Pierre Michon, Pascal Quignard y Le Clézio. Entre los galardones más importantes que le han concedido, se encuentran el Gran Premio de la Novela de la Academia Francesa en 1972, el Premio Goncourt en 1978, y ahora, el Premio Nobel de Literatura, 2014. 

jueves, 16 de octubre de 2014

Homenaje a Patrick Modiano

 

Por Jorge Herralde
Felicitamos al gran, inconfundible e hipnótico escritor francés Patrick Modiano por el Premio Nobel de Literatura, que ha sido acogido unánimemente como el del triunfo de la más depurada literatura, lo que no siempre sucede en este galardón, a veces desconcertante. Ahora, sin embargo, el secretario perpetuo del jurado de la Academia Sueca lo ha descrito como un “Proust de nuestro tiempo”.

Modiano está considerado en Francia un clásico vivo, con innumerables reconocimientos y con fieles lectores que esperan con ansia cada nuevo libro suyo.

Sin embargo, en el ámbito de las traducciones, aunque cuenta también en cada país con un club de fans irreductible, no destaca por la comercialidad de sus libros. Por ejemplo, en España, pese a haber sido durante años muy traducido por excelentes editoriales (así, cabe destacar las espléndidas versiones de los primeros ochenta en la gran Alfaguara de Jaime Salinas o la excelente Dora Bruder de Seix Barral, la única publicada en este sello), éstas lo fueron abandonando sucesivamente y se quedó sin editor español.

Al leer su espléndido Un pedigrí, y a pesar de estos antecedentes, me dije que no tenía más remedio que publicar aquella joya literaria, una “caja negra” fundamental para explorar el universo Modiano. Y grata y merecidamente, en 2007, se produjo un descubrimiento o redescubrimiento de Patrick Modiano (misterios de la edición) que me alentó a seguir publicando sus tres obras posteriores, En el café de la juventud perdida (otra novela inolvidable), El horizonte y La hierba de las noches. Y acabamos de contratar su recientísima novela Para que no te pierdas en el barrio.

Y también, para sosiego de sus nuevos lectores, fuimos rescatando tan significativas novelas anteriores de Modiano, como las tres primeras, El lugar de la estrella, La ronda nocturna y Los paseos de circunvalación (reunidas bajo el título de Trilogía de la Ocupación), Villa Triste, Calle de las Tiendas Oscuras (Premio Goncourt), y también, en las próximas semanas, Libro de familia y Accidente nocturno. Quiero subrayar que todas las novelas de Modiano en Anagrama han sido espléndidamente traducidas por María Teresa Gallego Urrutia, Premio Nacional de Traducción.

Es decir, un total de once novelas de este autor de “un único libro”, como él mismo se define, que consigue que todas sus novelas sean imprescindibles para sus lectores. Además, en ese moderado aunque persistente “boom Modiano”, también algunas editoriales como Pre-Textos, Cabaret Voltaire o El Aleph han ido aportando algún título de su extensa obra en estos últimos años. Confiamos en que con el impacto del Premio Nobel las gratificaciones de sus fieles o nuevos lectores irán in crescendo.

Y, por último, queremos agradecer el apoyo casi inmediato de que han gozado siempre las novelas de Modiano por parte de críticos y novelistas. Por mencionar algunos de los recogidos en nuestros archivos, ahí constan: José Carlos Llop, Robert Saladrigas, Javier Aparicio Maydeu, Miguel Sánchez- Ostiz, Pablo Martínez Zarracina, Mercedes Monmany, Justo Navarro, Juan Manuel Bonet, Enrique Vila-Matas, Joan de Sagarra, Isabel Coixet, Andrés Trapiello, Jacinta Cremades, Luis Antonio de Villena, Ignacio F. Garmendia, Javier García Recio, Félix Romeo, y suma y sigue.

martes, 9 de septiembre de 2014

Claudio Magris premio FIL de Literatura en Lenguas Romances 2014

El escritor, traductor y ensayista es considerado una de las voces más relevantes de la literatura italiana



Colofón

El autor, nacido en Trieste en 1939, dijo estar muy complacido por la distinción, porque ninguna otra lengua ha acogido tan bien su obra como la española.

“No hay que mirar sólo las cosas, sino lo que hay detrás de ellas”.

Pero quién es Claudio Magris, nos dimos a la tarea de buscar cómo introducirlos a él y encontramos la muy recomendable y certera descripción que Christopher Domínguez realizó sobre su estilo y narrativa:

“Para quien entienda la crítica como una de las últimas formas sobrevivientes de alta cultura es imposible olvidar al ensayista italiano Claudio Magris (…) Pasó de ser un competente germanista a convertirse en uno de los prosistas más sugerentes del fin de siglo. Su labor de reconstrucción e invención de la llamada Mitteleuropa fue emprendida, premonitoriamente, en las vísperas de la caída del Muro de Berlín. Tras restaurar el prestigio de Joseph Roth, Arthur Schnitzler, Hugo von Hoffmansthal, Franz Blei, Italo Svevo o Heimito von Doderer, hizo Magris la tarea que compete a los grandes críticos: configurar una familia espiritual en términos contemporáneos y reunirla en un paisaje histórico.


Con El Danubio (1986), ensayo-río, hizo del viaje fluvial una manera de componer con ideas el sitio para las ciudades, los libros y los artistas. Pocos libros tan europeos como El Danubio, en el sentido en que esa universalidad puede ser propia de las postrimerías de la vigésima centuria. Desde Trieste, la cueva de Joyce, Magris traza estratégicamente la ruta para escapar de todos los nacionalismos: ‘Si la identidad es el producto de un querer, es la negación de sí misma, porque es el gesto de uno que quiere ser algo que evidentemente no es y por lo tanto quiere ser distinto de sí mismo, desnaturalizarse, mestizarse’. La claridad estilística de Magris es una forma de rigor moral (…)”.

Su obra ha sido reconocida con numerosas distinciones: la Medalla de Oro del Círculo de Bellas Artes de Madrid y el Premio Príncipe de Asturias de las Letras en 2004.

Lo mejor de su creación ha sido publicado bajo el sello Anagrama editorial dirigida por Jorge Herralde quien decidió introducir buena parte de la obra de Claudio Magris en el mundo hispanohablante como parte de su catálogo.

Al enterarse de la noticia del galardón a uno de sus autores, comentó: “En Anagrama siempre hemos estado atentos a las nuevas voces, igual de distintos países y de distintas lenguas: prueba de ello está en nuestros más de tres mil títulos. El Danubio es una obra maestra, de las primeras en fusionar géneros: desde la geografía, la crónica de viajes, la novela y el ensayo. Este nuevo género literario tiene sus representantes en México y España, como Sergio Pitol y Enrique Vila-Matas”.

El Danubio, Microcosmos (1997) ganadora del Premio Strega, Utopía y desencanto (1999), A ciegas (2005), El infinito viajar (2005), Así que usted comprenderá (2006), Alfabetos(2008), se han colocado en los primeros lugares de venta en librerías latinoamericanas.

*Nacido en Trieste el 10 de abril de 1939, Claudio Magris se dedicó al estudio de la literatura germánica y el mito de Habsburgo, para convertirse en catedrático de la universidad de su ciudad natal, el antiguo puerto imperial que allí, en el Adriático –donde parecen nacer todos los mares del mundo–, encontró su salida al mar y al mundo. Su obra equilibra el ensayo declaradamente académico y una prosa narrativa de ideas que es su marca indeleble en la literatura contemporánea, como puede apreciarse en los mencionados Danubio yMicrocosmos, pero también en la novela breve Otro mar(Anagrama, 1992) y en el largo aliento de A ciegas (Anagrama, 2006), libros cuyo derrotero es, sin más, la naturaleza de la civilización y su utopía.

“Vivimos una época donde las fronteras son movedizas, tanto las físicas como las de la propia conciencia (…) Yo estoy más cerca de un liberal demócrata de Uruguay que de un fascista de Trieste”.

Ha traducido al italiano la obra de muchos autores europeos, Ibsen, Kleist y Schnitzler entre otros. En 1994 y para combatir a Berlusconi, fue senador sin partido, elegido con 70 mil votos luego de una campaña electoral inexistente; su vida política “activa” duró dos años y, en las elecciones de 1996, decidió no buscar la reelección. Su postura hacia la política contemporánea es muy clara: “La meta de un líder socialista, como la de un hombre de derechas, es la de ser riguroso y coherente con el credo con el que comulga. Un país no puede gobernarse ininterrumpidamente con mensajes 'pop' de consumo fácil, sin puntos de vista sólidos”.

 Una anécdota digna de ser recordada, se remonta a cierta visita a Turín en compañía del narrador irlandés John Banville[1], Magris le mostró a su amigo el edificio en el que Nietzsche había pasado sus últimos días antes de perder la razón. Banville, contento con mirar la fachada y, acaso, la ventana del cuarto del filósofo, titubeó cuando Magris le propuso visitar el lugar por dentro. De salida del “santuario”, como llama Banville a la habitación, el dublinés hizo notar al triestino la decoración kitsch del departamento, habitado por una pareja entrada en años. Magris le dijo que, en palabras de Banville, “lo que era más digno de notar que los adornos Biedermaier[2] del departamento eran la gentileza, la sencillez y la confianza de sus habitantes, que le habían permitido a dos inciertos extraños entrar libremente a su casa tras las huellas de un filósofo muerto hace ya mucho tiempo”. A lo que el irlandés concluye: “Fue otra de las delicadas enseñanzas de Claudio: nunca hay que reírse de la vida de los demás, porque es tan intrincada e intensa como la de nosotros.”[3]

“El humor nunca está de más, y no creo que haya que ponerse serios a la hora de escribir. Hay pocas expresiones de fraternidad más genuinas que cuando nos reímos con alguien. En la escuela aprendí a reírme y sobre todo me enseñaron una gran cosa: a reírme de aquello que respetaba y a respetar aquello de lo que me reía”.




[1] Premio Príncipe de Asturias de las Letras 2014, empezó escribiendo novela histórica pero se hizo grande gracias al género negro, en el que escribe bajo el seudónimo de Benjamin Black.


[2] Simple, de sobria elegancia ligado a la practicidad y la economía, dimensiones reducidas.

[3]  El texto de John Banville, “La casa europea de un antihéroe”, es un homenaje a Claudio Magris por sus 70 años, aparecido en Il Corriere della Sera del 5 de abril de 2009 y rescatado por el suplemento Laberinto del diario Milenio, el 18 de abril de 2009, en traducción al castellano de María Teresa Meneses.

“Mansfield Park”, trascender con gracia

Por Nora de la Cruz

El crítico literario Harold Bloom acertó al decir que la obra de Jane Austen trascendió las épocas y los modos de representación, debido a que técnicamente no requiere mediación alguna: podemos relacionarnos con sus historias e identificarnos con sus personajes sin que sea necesario conocer las coordenadas sociales, históricas o culturales en las que están insertos. Las intrigas amorosas y los dilemas morales planteados son accesibles y atraen a las generaciones actuales a tal grado que muchos de sus relatos han sido adaptados al cine o a la televisión, y gozan de cierta popularidad, e incluso son referentes culturales. Un ejemplo claro es Mr. Darcy, el interés amoroso de Elizabeth Bennet, convertido en ideal romántico con atributos suficientes para constituir un arquetipo en sí mismo, como lo prueba Helen Fielding al aludirlo en su exitosa saga El diario de Bridget Jones. No se puede negar, pues, que Austen –como la mayoría de los clásicos– llega a nosotros de manera directa o indirecta: su imaginario nos pertenece, nos hemos apropiado tanto de él que no es necesario haber leído a la autora para conocerlo.

Sin embargo, también es cierto que la atención que han recibido sus novelas ha sido desigual. Mientras la mayoría de los lectores favorecen Orgullo y Prejuicio, Sentido y sensibilidad y, en menor medida, Emma, la otra mitad de su producción (compuesta por Persuasión, La abadía de Northanger y Mansfield Park)[1] en algunos casos, ha sido menospreciada por estar escrita en un tono distinto al de los primeros relatos. Ése es precisamente el caso de la novela que nos ocupa, redactada por Austen a los 31 años, y considerada por ello un trabajo de madurez (tomando en cuenta que la mayor parte de sus novelas fueron realizadas –al menos en sus primeras versiones– entre los 14 y los 22 años). Mansfield Park, junto con Persuasión, son percibidas por el público como una disonancia en cierto sentido, pues si bien prevalece el humor, éste es menos alegre y mucho más agudo. Los dilemas morales y las adversidades enfrentadas por la protagonista, Fanny Price, son observadas con menor ligereza: si bien en diversos momentos los lectores temimos por el destino de heroínas como Elizabeth Bennet o Marianne Dashwood, el panorama para Fanny es mucho más desolador y su aflicción, interiorizada e intensa. Si los personajes de trabajos anteriores emanaban vigor, la postrera heroína se distingue por su fragilidad.  Por ello Mansfield Park es considerado un relato sombrío y, por momentos, excesivamente moralista.

En cierto sentido esta novela representa una desviación; si las historias anteriores se concentraban en los enredos amorosos y las intrigas de la clase media, con las que Austen estaba familiarizada, en esta nueva obra el ámbito de sus intereses se expande; ya no se limita a retratar tramas domésticas, sino que amplía sus límites geográficos y, con ello, temáticos, vinculando la micro y la macrohistoria como no lo había hecho en ninguno de sus trabajos previos. Por otra parte, el conflicto interior de Fanny Price es mucho más complejo, y las vicisitudes enfrentadas, menos inocentes. Si en Orgullo y prejuicio y Sentido y sensibilidad muchos de los incidentes eran producto de confusiones, o bien, de los equívocos de personajes con debilidades, pero sin malicia,[2] en Mansfield Park la autora elabora esencias virtuosas o viciosas en los personajes, y los conflictos, en apariencia simples, representan en un sentido último los embates del mal y sus tentaciones, la vulnerabilidad del bien y también su fuerza. 

Otro rasgo peculiar en esta obra es su claro vínculo con el género teatral. Jane Austen se inició como escritora siendo niña, al crear piezas satíricas y farsas representadas por su familia en ciertas festividades. Mansfield Park muestra, como ninguna de sus novelas predecesoras, esta relación con lo dramático, pues su estructura es fundamentalmente dialógica y prácticamente escénica. Publicada originalmente en tres volúmenes, ofrece un arco perfecto, casi equiparable a la división en actos; el primero funciona como planteamiento: éste comienza con la adopción de Fanny Price hasta llegar a los enredos producidos por el montaje de una obra teatral, la cual no llega a buen puerto porque el patriarca de la familia la juzga inapropiada. El segundo volumen presenta el desarrollo de las intrigas amorosas y un cambio en la personalidad de Fanny, quien deja de ser insegura y se convierte en el centro de atención cuando sus primas abandonan Mansfield Park; ella es cortejada y, aunque esto parece conveniente para la protagonista, rechaza a su pretendiente por ser incapaz de corresponderle. En el tercer volumen las tensiones aumentan, pues Fanny toma una decisión que sorprende a toda la familia, mientras una de sus primas comete un error que le acarrea el desprecio de su círculo cercano y de la sociedad en general. En un esquema similar al que refiere Aristóteles en la Poética, este tercer volumen lleva todos los conflictos al punto máximo de tensión para luego resolverlos mediante la anagnórisis o revelación, que dejará a cada uno en el sitio correspondiente. Es aventurado aseverar que el vínculo entre Austen y Aristóteles sea directo; resulta más justo relacionar esta estructura (y varios de los recursos utilizados por la escritora) con Shakespeare, lo cual resulta evidente con la inserción de una ficción dentro de otra (la representación de una obra teatral,[3] como ocurre en Hamlet).

Sin embargo, a pesar de las diferencias con otras de sus novelas, no puede afirmarse que Mansfield Park sea una obra completamente disímbola. En ella se encuentran, al servicio de una trama más densa, los recursos característicos de la prosa de Austen: el humor (que pasa de la sátira a una ironía mucho más refinada y hasta cierto punto oscura), la sorpresa (alejada de la peripecia simple y más cercana a la prueba heroica) y, por sobre todas las cosas, la integridad del carácter de la heroína, cuya delicadeza y aparente debilidad son solamente matices de una virtud tan poderosa que persiste ante toda adversidad y trasciende con gracia a lo largo del tiempo.



[1] Pride and Prejudice (1813), Sense and sensibility (1811), Mansfield Park (1814), Emma (1815), Persuasion (1817) y Northanger Abbey (1817) constituyen la bibliografía reconocida de la autora, aunque se han publicado también otros escritos, como los volúmenes de Juvenilia, que corresponden a su producción inicial, o novelas más breves o incompletas como Sandition o The Watsons. El orden en el que se dieron a conocer los textos no corresponde a la cronología de su escritura, pues Austen hizo varias versiones de algunos de ellos. Harold Bloom ofrece una visión ligera y panorámica de la vida y obra de esta autora en el apartado que le dedica en Novelas y novelistas. El canon de la novela, publicado en México en 2013 por Páginas de Espuma y Colofón.

[2] Un ejemplo de este “mal inocente” es la señora Bennet, madre asfixiante pero bien intencionada.

[3] La obra representada es, además, real: Lover’s Vows, escrita por Elizabeth Inchbald a partir de Das Kind der Liebe, de Friedrich Ferdinand von Kotzebue (incluida en Five romantic plays, 1768-1821, Horace Walpole, Paul Baines y Edward Burns, eds., Oxford University Press, 2000). En esta obra predomina el punto de vista femenino, y se representan las relaciones de autoridad entre padres e hijos –e hijas–, además de los peligros de la tentación y la importancia de un matrimonio conveniente. Si bien guarda ciertas analogías con Mansfield Park, los personajes virtuosos de la novela de Austen se muestran un tanto escandalizados con la elección de esta obra, mientras que la vana Mary Crawford la celebra.